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El uso masivo de modelos de inteligencia artificial deja una huella ambiental significativa. En este artículo analizamos cuánto consume la IA y qué podemos hacer para avanzar hacia un futuro sostenible.
Resumen
La semana pasada, una tendencia se volvió viral: la generación de imágenes con estilo Ghibli mediante inteligencia artificial. Solo en esos días, se estima que se crearon hasta 500 millones de imágenes, lo que equivale a unos 200 millones de litros de agua utilizados para sostener la infraestructura de los centros de datos que hicieron posible esta moda. Esta cifra representa aproximadamente 80 piscinas olímpicas o 2 millones de duchas de 10 minutos.
Este fenómeno no solo reveló el potencial creativo de la IA, sino también un aspecto menos visible, su impacto medioambiental. Cada imagen generada puede consumir entre 0,3 y 0,5 litros de agua, debido a los sistemas de refrigeración necesarios para mantener operativos los servidores. En este escenario, la creatividad digital tiene un precio hídrico que pocas veces se menciona.
Cuando un usuario solicita la generación de una imagen o un texto, se activan múltiples servidores con unidades de procesamiento gráfico (GPUs) que generan calor. Para evitar el sobrecalentamiento, estos centros de datos utilizan sistemas de refrigeración que implican la circulación constante de agua.
En zonas donde el agua escasea, las empresas optan por sistemas de refrigeración por aire, como aires acondicionados industriales, que si bien reducen el uso de agua, aumentan considerablemente el consumo energético. En otras palabras, el impacto ambiental se desplaza, pero no desaparece. Este incremento energético también puede suponer un mayor gasto en electricidad y dificultades para ahorrar luz.
Además, parte del agua utilizada en la refrigeración se evapora y se pierde, lo que implica una demanda constante de reposición hídrica. Este consumo está vinculado principalmente al enfriamiento de los servidores, no al proceso en sí de generación de la imagen.
Estudios recientes estiman que:
Si consideramos las 500 millones de imágenes generadas durante la semana pasada, el consumo total de agua sería equivalente al abastecimiento diario de una ciudad mediana.
En España, con una población activa de unos 22 millones de personas, si el 10 % (2,2 millones) utilizara herramientas de IA semanalmente, y asumimos un promedio de 5 usos por persona a la semana, con un consumo medio de 1 litro por uso, se estarían consumiendo alrededor de 11 millones de litros de agua cada semana. Eso equivale a unas 4,4 piscinas olímpicas o 110.000 duchas de 10 minutos cada semana, solo en España.
Este nivel de demanda tecnológica también implica una creciente presión sobre infraestructuras clave como la Red Eléctrica Española (REE), que debe adaptarse a un consumo cada vez más digitalizado.
Frente a este desafío, algunas empresas están empezando a tomar medidas, estas medidas muestran una preocupación creciente, pero aún incipiente, por parte de las grandes tecnológicas:
¡Atención!
Empezar a tomar medidas no es una opción, sino una necesidad urgente para garantizar la viabilidad futura del ecosistema digital.
A medida que la IA se convierte en una herramienta omnipresente, también lo hace su impacto ambiental y social. Surge entonces la necesidad de pensar en una legislación internacional sobre sostenibilidad digital, que regule no solo el uso ético de los modelos de IA, sino también su huella hídrica y de carbono.
Las diferencias entre empresas, regiones y tecnologías hacen urgente una coordinación global para integrar políticas sobre el futuro medioambiental. ¿Puede un modelo digital competir por recursos con sectores vitales como la agricultura, la industria o el consumo humano?
Si queremos seguir disfrutando de las posibilidades creativas y funcionales de la inteligencia artificial, no queda otra que reducir su impacto ambiental.
La clave no está en frenar el avance tecnológico, sino en hacerlo compatible con el entorno. Algunas soluciones potenciales:
El caso del auge de imágenes estilo Ghibli es solo una muestra del enorme consumo asociado al uso masivo de herramientas de IA. Aunque pueda parecer un juego inofensivo, sus consecuencias se amplifican cuando millones de usuarios participan.
El desafío que enfrentamos es encontrar un equilibrio real entre el progreso tecnológico y la sostenibilidad. Y para ello, no solo hacen falta innovaciones técnicas, sino también una ciudadanía informada y políticas públicas firmes.
El futuro de la inteligencia artificial no depende solo de la velocidad de sus avances, sino también de nuestra capacidad para hacerlos compatibles con la vida en el planeta.
¡Apuesta por el futuro!
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Redactor de contenido SEO
Estudiante de marketing e investigación de mercados. Apasionado del SEO y del marketing digital con conocimientos en CRM y gestión de redes sociales.
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