Eólica marina en España: ¿por qué en 2026 será clave para los inversores, pero invisible para tu factura?

Mucha inversión hoy, pocos kWh mañana

Según el informe de Westwood, 2026 será un año clave para la eólica marina, pero no porque vaya a llenar la red de electricidad barata de forma inmediata. Será decisivo, sobre todo, por las decisiones estratégicas que se tomen.

Gobiernos y empresas europeas se mueven entre dos presiones difíciles de conciliar: acelerar proyectos para reforzar la seguridad energética y cumplir los objetivos climáticos, o proteger a la industria local, aunque eso implique mayores costes y plazos más largos.

Entre decidir un proyecto y producir electricidad hay un recorrido largo. La tensión entre velocidad, costes y política industrial está desplazando el foco del corto al medio plazo: más planificación, más contratos y más negociación, aunque de igual manera signifique menos megavatios nuevos entrando en la red en el corto plazo.

Este equilibrio ya se percibe en países como Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca o Alemania. La entrada de fabricantes asiáticos, especialmente chinos, ha aumentado la competencia y ha dado más margen a los promotores, pero también ha reabierto el debate político sobre hasta qué punto conviene proteger la industria europea.

En conjunto, el mensaje es claro: 2026 será relevante para el sector, pero no para el recibo de la luz. La inversión avanza y los planes se acumulan, pero la electricidad real tardará en notarse en la red. Y en España, donde el punto de partida es muy distinto al del norte de Europa, esa distancia entre titulares y efecto en la factura será todavía mayor.

¿Por qué España notará menos la eólica marina en su factura?

Aunque la eólica marina avance en Europa, España juega con otras reglas. La geografía, los plazos administrativos y el mix renovable actual hacen que su impacto en el precio de la luz sea, por ahora, limitado. Estos son los principales motivos:

• El muro de la tecnología (profundidad del mar): gran parte de la costa española supera los 50–60 metros de profundidad, lo que impide instalar aerogeneradores fijados al fondo, como ocurre en el Mar del Norte. En este contexto, la única opción es la eólica marina flotante: una tecnología prometedora, pero todavía cara y en fase precomercial. Según WindEurope y la Agencia Internacional de la Energía (IEA), su despliegue a gran escala no llegará antes de 2030.
• El laberinto burocrático (POEM y subastas): España aprobó en 2023 los Planes de Ordenación del Espacio Marítimo (POEM), que solo definen dónde podrían instalarse estos parques. A día de hoy, no se ha celebrado ninguna subasta comercial de eólica marina. Y, según el propio MITECO, desde que se adjudica un proyecto hasta que empieza a producir pueden pasar entre 5 y 10 años.
• Un refuerzo, no un sustituto inmediato: España ya cuenta con un sistema renovable sólido, con más de 30 GW de eólica terrestre instalada (datos de Red Eléctrica de España, 2024) y una expansión solar constante. La eólica marina llegará para reforzar el sistema cuando no haya sol ni viento en tierra, reduciendo el uso de centrales de gas. Pero ese papel será a medio y largo plazo, no una solución inmediata para la factura doméstica.

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